Empezamos la elaboración poniendo los huevos en un bol grande.
Agregamos el azúcar...
... y mezclamos bien con ayuda de unas varillas manuales.
A continuación añadimos los ingredientes líquidos, es decir, aceite de oliva, zumo de naranja con su ralladura y anís.
En otro bol ponemos la harina y la levadura tamizadas.
Mezclamos y vamos añadiendo a la mezcla anterior.
Continuamos mezclando todo bien hasta integrar debiendo amasar manualmente al final hasta que quede una masa blandita.
Nos untamos los dedos con un poco de aceite de girasol y ponemos también un poco de aceite sobre la superficie de una tabla.
Vamos cogiendo porciones de masa haciendo bolitas hasta acabar con toda la masa.
Calentamos aceite para freírlas (yo usé una mezcla de girasol y aceite de oliva).
Para comprobar que el aceite está a una temperatura adecuada añadimos una pizca de masa y cuando veamos que sube a la superficie es que está en su punto para comenzar a freír.
Vamos cogiendo las bolitas de masa y le hacemos un agujero en el centro con uno de los dedos para darle la forma de rosquillas y vamos metiéndolas en la sartén hasta que estén doradas y bien fritas por los dos lados.
Una vez fritas las ponemos a secar en un plato sobre papel de cocina.
Para terminar nos queda rebozarlas en azúcar.
Las rosquillas tradicionales están listas para comer en un desayuno o en una merienda.
Guárdalas en un recipiente hermético y a buen recaudo de los roedores que pululan por las cocinas.